Rigoberta Menchú: Activista guatemalteca y Nobel de la Paz

Rigoberta Menchú: Activista guatemalteca y Nobel de la Paz

Su infancia y juventud estuvieron marcadas por la pobreza, la discriminación racial y la violenta represión con la que las clases dominantes de Guatemala intentaron frenar las aspiraciones de justicia social del campesinado y aun así, conquistó el nobel de la paz y tranzó un largo camino de lucha.

““¡La única lucha que se pierde es la que se abandona!. La paz no es solamente la ausencia de la guerra; mientras haya pobreza, racismo, discriminación y exclusión difícilmente podremos alcanzar un mundo de paz. ¡La única lucha que se pierde es la que se abandona!””

Activista guatemalteca cuya lucha por los derechos indígenas fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz (1992). 

Hija de Vicente Menchú y Juana Tum, Rigoberta Menchú nació en el seno de una numerosa familia de campesinos de la etnia maya-k’iche, cuyos antepasados ​​forjaron, entre los siglos III y XV, la espléndida civilización de los mayas

A la edad de cinco años, comenzó a trabajar con sus padres en los latifundios de las poderosas familias tradicionales del país. 

De adolescente, trabajó durante dos años en la capital guatemalteca como empleada doméstica. 

Su infancia y juventud estuvieron marcadas por la pobreza, la discriminación racial y la violenta represión con la que las clases dominantes de Guatemala intentaron frenar las aspiraciones de justicia social del campesinado. 

Durante el gobierno militar de Fernando Romeo Lucas García (1978-1982), varios miembros de su familia fueron torturados y asesinados por militares o por policías paralelos de los “escuadrones de la muerte”.  

Uno de sus hermanos, de apenas dieciséis años, fue víctima de terratenientes que utilizaron pelotones para tomar las tierras de los indios; su padre, Vicente Menchú, murió con un grupo de treinta y ocho campesinos que estaban encerrados en la embajada española en un acto de protesta, cuando la policía prendió fuego al local, quemando a los que quedaban vivos (1980). 

Unos meses después, su madre fue secuestrada, torturada y asesinada por grupos paramilitares.

Mientras dos de sus hermanas optaban por unirse a la guerrilla, Rigoberta Menchú iniciaba una campaña pacífica de denuncia al régimen guatemalteco y la sistemática violación de los derechos humanos a la que eran sometidos los indígenas campesinos, sin otra ideología que el cristianismo con tintes revolucionarios de “Teología de la Liberación”; ella misma personificó el sufrimiento de su pueblo con notable dignidad e inteligencia, añadiéndole la dimensión de denuncia de la situación de las mujeres indígenas en América Latina.    

Para escapar de la represión, se exilió en México, donde en 1983 se publicó  su autobiografía, titulada Mi nombre es Rigoberta Menchú, y así nació mi conciencia

En este libro, la activista contó su historia personal y la de su comunidad indígena a la antropóloga Elizabeth Burgos.

Además de revelar aspectos de las costumbres y tradiciones practicadas por los quichés, la obra incluye sus reflexiones sobre el proceso de transculturación al que fueron sometidos los pueblos indígenas, revelando entre líneas su propio proceso de toma de conciencia. 

Rigoberta Menchú recorrió el mundo con su mensaje y logró hacerse escuchar en Naciones Unidas. 

En 1988 regresó a Guatemala, protegida por su prestigio internacional, para seguir denunciando injusticias, pero fue detenida en el mismo aeropuerto y obligada a abandonar el país. 

Regresó nuevamente en 1991 para participar en un congreso que reunió a varias comunidades indígenas de América.

Con el apoyo de Desmond Tutu, Adolfo Pérez Esquivel y otras personalidades que apoyaron su candidatura, la labor de Rigoberta Menchú fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz en 1992, coincidiendo con los actos oficiales del quinto centenario del descubrimiento de América, conmemoraciones de las que objetó Rigoberta, ignorando las dimensiones trágicas que ese hecho tuvo para los indios americanos. 

Solo un guatemalteco, el escritor Miguel Ángel Asturias, había recibido el Premio de la Academia Sueca. 

Con la dotación económica del premio, Rigoberta Menchú inauguró, primero en México y luego en Guatemala, la fundación que lleva su nombre.     

Su cargo le permitió actuar como mediadora en el proceso de paz entre el gobierno y la guerrilla que se inició en los años siguientes, el cual culminó en 1996 con la firma de los acuerdos de paz. 

A partir de entonces, luego de la desmovilización del Ejército y la guerrilla, trabajó activamente para reintegrar a los exiliados de guerra a sus lugares de origen. 

En 1998, publicó La nieta de los mayas, libro que ayuda a comprender la idiosincrasia indígena guatemalteca; ese mismo año recibió el Premio Príncipe de Asturias.

El día de la mujer, de la mujer de lucha, la que se une a su pueblo en fervor revolucionario. 

Que entre nosotras nazcan miles y miles como Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollontai, Clara Zetkin, Luisa Toledo, Eva Perón, Gabriela Mistral, Francisca Sandoval, Berta Cáceres, Hebe Bonafini, Rigoberta Menchu, Ana Neri, Mary Muthoni Nyanjiru, Juana Azurduy, las Hermanas Mirabal, Frida Khalo, Cecilia Magni, Patricia Arellano Parada  y muchas otras que han revolucionado, agitado y dejado en claro sin las mujeres, no podemos vencer a nuestro enemigo. 

¡Salve este aniversario del Día Internacional de la Mujer!

¡Luchemos por la unidad de todos los explotados contra nuestro enemigo común: el sistema capitalista!